A consecuencia de la influencia cristiana y sajona,
ahora ya no hay un gran panteón de dioses en dónde las diosas son las principales,
el rey o reina ya no necesita estar unido a la diosa.
Ahora el rey ha de ser hombre y además lo es por derecho divino.
Las mujeres quedan relegadas a la vida doméstica y a ejercer de “floreros”.
Esas funciones son las que se les han asignado a las mujeres hasta hoy en
día
prácticamente en muchos lugares del mundo.
Eso va a pasar factura en la transmisión y en el dibujo de los arquetipos femeninos en la leyenda artúrica.
No hay mujer que se salve de la quema.
Solo Ygerna, la madre, a la que engañan, violan y secuestran al hijo.
Ygerna será la única a la que tratarán como buena y piadosa.
Para entender cómo se dibuja al resto de mujeres nos falta todavía un elemento: la influencia de la nueva reina de Inglaterra, Leonor, duquesa de Aquitania, quien como mecenas de Chretien de Troyes aportará una visión provenzal a la leyenda. Será a causa de ella que Ginebra será tratada como una reina maravillosa, ya que sería el alter ego de Leonor y las relaciones que podemos ver en diferentes libros, como “El Caballero de la Carreta” o “El Caballero del León”, basadas en el amor cortés, serán también para satisfacer los gustos de la reina.
El amor cortés es un amor literario y platónico en el que la dama es la señora “midons” y tendrá el poder, y el trovador o caballero la venera y obedece todo lo que ella pida. Los relatos artúricos de la tradición francesa dibujan a la mujer de manera más amable que la inglesa a través de Malory, que será extremadamente misógina.

 

En los primeros textos franceses,
dentro de las relaciones de amor cortés,
Ginebra o Morgana son personajes que tienen el control, viven en la corte y son personajes dignos.

Es más tarde cuando esos personajes
se van a tratar peor y se van a convertir en los estándares de la misoginia más terrible
,
convirtiéndose en mujeres malvadas y viles, cuyo cénit llegará con el relato de “La muerte de Arturo” de Thomas Malory de finales del siglo XV.

Thomas Malory era uno de los hombres que había luchado en el bando de los Lancaster en la Guerra de las Rosas, el bando perdedor. Sabemos de él que estuvo encarcelado, que era asesino y violador. Escribió la mayor parte de su obra estando encarcelado.

 

Si en los textos de Chretien de Troyes, la noche de amor y Lancelot es algo bonito, digno, deseado, enmarcado dentro de esa relación de amor cortés dignificado y sublimado. Al fin y al cabo en esa época los matrimonios no eran por amor. En Malory, sin embargo, ya todo es pecado desde el primer momento. No contento con eso dibuja a Ginebra como una mujer celosa, antipática, egoísta, que castiga a Lancelot sin apenas motivo. Y es él quien decide que sea a causa de ella que haya una guerra, inspirándose claramente en Helena de Troya y la Iliada.

 

Malory decide que Morgana sea malvada por que sí, sin ningún objetivo ni motivo,
y que Ginebra sea egoísta y cruel por lo mismo.

 

Es un gran retorcimiento del uso de unos personajes a los que encontramos en textos con hasta cuatrocientos años de antigüedad previos a este. Mujeres que representaban a las máximas sacerdotisas de la diosa, que inspiraban y eran poderosas, reducidas a caricaturas de la perversión y la mezquindad.

 

Incluso con la clara intención misógina de estos escritores, hay algunos valores preciosos que han logrado perdurar, como la capacidad de amar de Ginebra, de amar a Arturo y a Lancelot a la vez, la de perdonar de Morgana, yendo a recoger a su hermano moribundo, etc.

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