La Muerte de Arturo no es como la muerte de otros hombres, ni tan siquiera la de otros reyes.
Es un símbolo de la pérdida de un sueño pero también una llamada imperecedera a la esperanza.

 

Pero ¿cómo murió Arturo?

 

En la Historia Regum Britanniae de Geoffrey de Monmouth (c. 1138), se afirma que, aunque fue herido de muerte en la batalla de Camlann, él, a diferencia de los otros guerreros que cayeron en esa batalla, no murió por sus heridas mortales, sino que fue llevado a la Isla de Avalon para poder ser curado milagrosamente. Esta breve afirmación se elabora con más detalle en la propia Vita Merlini del mismo Geoffrey (c. 1151), donde queda implícito que Arturo, salvado por Merlín, se curó y, por lo tanto, todavía estaba vivo y podría algún día regresar de Avalon para gobernar Gran Bretaña.

 

Esta noción de la existencia continuada de Arturo y su regreso futuro aparentemente no era un motivo puramente literario.  Entre los siglos XII a XVI son varias las fuentes que recogen que los galeses tenían esperanza en que él regresara para expulsar a los anglo-normandos y luego, otras, que indican que la leyenda había sido asumida como propia por todos los ingleses y se hace referencia a que esperan su retorno casi mesiánico.

 

Existiera o no un Arturo histórico que originase la leyenda o fuera solo una creación mítica o literaria, no importaba ya. Arturo estaba vivo. En las tradiciones orales pervivirá la esperanza del Retorno del Rey, no solo en Gales sino luego en toda Inglaterra, hasta el punto de que Felipe II tuvo que jurar, cuando se casó con Maria Tudor, en 1554, que renunciaría a sus derechos si Arturo regresaba, una fórmula quizá simbólica pero que reflejaba la importancia de esa leyenda en el imaginario colectivo.

 

El concepto de la supervivencia y el regreso de Arturo va más allá de una declaración de su existencia,
tiene otros elementos mágicos que hacen referencia a nuestro tema:
La isla de Avalon.

 

Arturo fue herido por Mordred en la batalla final que los enfrentó y en la que perecieron muchísimos caballeros de ambos bandos. La herida era mortal, de eso no hay duda, pero tampoco la hay de que él está esperando su momento en la Isla de Avalon, sanando, para regresar algún día. 


Geoffrey nos cuenta que reposa en la Isla de las Manzanas, llamada también Isla Afortunada y allí lo atiende Morgen, reina de la isla junto otras ocho poderosas hechiceras que pueden curar heridas, cambiar de forma e incluso volar. Avalon, o la enys Auallach galesa, con su fertilidad inagotable, la eterna juventud y sus manzanos, enlaza tanto con las míticas Hespérides griegas como con el Otro mundo de la mitología celta. No es un invento de Geoffrey, sino una reelaboración de tradiciones muchos más antiguas.

 

A partir de aquí Avalon y los personajes ligados a la Muerte de Arturo se convierten en un lugar literario que irá cambiando. Morgen se convierte en Morgana, hermana de Arturo y madre del caballero Yvain y al final en una hechicera maléfica y enemiga del rey y su corte, a pesar de lo cual es quien lo llevará a Avalon para cuidarlo al final de sus días en el mundo.

 

Finalmente, cualquier discusión sobre Arturo  y Avalon debe hacer al menos alguna mención del famoso entierro y la cruz "encontrados" por los monjes de Glastonbury en 1191. El "descubrimiento" de la supuesta tumba de Arturo no hizo nada para frenar la creencia generalizada de que él vivía y regresaría, aunque influyó en la literatura artúrica medieval posterior. Pero la creencia de que Arturo todavía estaba vivo era lo suficientemente poderosa como para sobrevivir a este intento de negarlo haciendo del hogar en el Otro Mundo del Rey que Fue y Será simplemente su tumba en Glastonbury. Ambas realidades podrían ser creídas incluso a la vez y situar la puerta al Otro Mundo no solo a través del mar brumoso, sino en un más allá accesible desde el mismo Glastonbury, como si ambos espacios fueran universos paralelos.

 

Malory, el autor de la obra La Muerte de Arturo, ya en 1485, sigue aferrado a la idea de la supervivencia del rey. Es herido en la batalla final y contempla, con melancolía, el final de su proyecto vital, destrozada la concordia y muertos y enfrentados los antiguos amigos. Sabe que ha fracasado. Pide a Bedivere, al caballero que lo acompaña, que lance al lago sagrado la espada, quizá para que pueda ser entregada a él mismo o a otro elegido que sea digno de empuñarla y agonizaría ya, si no fuera porque ahora es la misma Morgana, su hermana y maga, la que lo recoge

 

¿Muere Arturo luchando con los sajones o contra Mordred, el traidor? ¿La causa de la ruina del reino es la ambición, la mentira y la lujuria, y sobre todo el adulterio de Ginebra y Lanzarote? ¿Era imposible un gobierno de paz en el que nadie, ni el Rey, fuera superior a otros y todos los caballeros compartieran una Mesa Redonda? ¿Puede el ser humano trascender sus bajezas y cumplir un verdadero código caballeresco de respeto, contención y defensa de los débiles?

 

En la Leyenda sí, es posible.
Algún día, cuando Arturo regrese, sanado por la Reinas Magas de la isla Bienaventurada,
el mundo que él soñó, existirá.
Mientras, solo en Avalon, Isla de hechiceras y sacerdotisas, él puede recuperar la salud espiritual y el equilibrio
que representan la iluminación y el conocimiento trascendente.
En realidad Arturo y su muerte y su último viaje es el de todos los seres humanos.

Para todas nosotras también existe un lugar en la Isla Mágica de Avalon.

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