Los primeros cristianos se mezclaron con la cultura celta, era una forma de ganar adeptos. De esta forma, los primeros monasterios eran mixtos. Mujeres y hombres convivían, cultivaban la tierra y trabajaban juntos, y la cabeza del monasterio era una mujer. Pasaron siglos hasta que esos monasterios se convirtieron en abadías con un hombre, un abad, al frente.

 

Estos monasterios además no vivían la clausura como la entendemos ahora, sino que sus habitantes se desplazaban para ir a pedir beneficios al señor feudal o al rey, iban a visitar a familiares y recibían visitas.

 

En realidad, si lo pensamos bien, que los monasterios fueran mixtos, aunque los hombres tuvieran su dormitorio y las mujeres el suyo (no sabemos realmente si mantenían o no relaciones sexuales), tiene mucha lógica, ya que el cristianismo patriarcal no permite a las mujeres cumplir según que funciones. Eso significa que las mujeres siempre están forzadas a contar con algún hombre u hombres que se encarguen de impartir ciertos sacramentos que a ellas les están vedados.

 

Si nos fijamos bien vamos pasando por varios períodos.
Primero nos encontramos con la cultura celta, igualitaria. Después llega el cristianismo, que en un primer estadio se fusiona con la cultura existente, y poco a poco la va asimilando y va instalando más y más el patriarcado de la cultura hebrea y romana que trae consigo. Finalmente llegan las invasiones de anglos, yutos y sajones que provienen de la península de Jutlandia (la actual Dinamarca), Alemania y los actuales Países Bajos. Para estas culturas las mujeres son prácticamente ganado, sólo les interesan en tanto que son agentes de reproducción. Las tratan por lo tanto como objetos de intercambio.


Los Sajones irán conquistando prácticamente todo el territorio de lo que hoy conocemos como Inglaterra, y los pueblos celtas se replegarán hacia el oeste y el sur y quedarán reducidos a parte de Escocia, Gales, Cornualles, Irlanda y la pequeña Bretaña francesa. De hecho cuando hablamos de Inglaterra hablamos de cultura anglosajona mucho más que de cultura celta.

 

A estas invasiones y sus consecuencias hay que añadir el auge del cristianismo, que se basaba esencialmente en dos visiones de la mujer:

 

  • La santa, la madre, la adecuada: La virgen María, sufridora, pura y entregada. Todo virtud.
  • La pecadora, ejemplificada en: Eva, la culpable del desastre de la humanidad y María Magdalena, a la que se dibujaba como pecadora y perdida.

 

En el cristianismo apenas hay espacio para los grises.

 

Aún así, no pueden acabar con la cultura celta y van asimilando todo lo que pueden, hasta convertir a la diosa irlandesa Brigit (diosa del fuego, del hogar, de la inspiración, la sanación y la adivinación) en Santa Brígida, patrona de Irlanda junto a San Patricio.

 

Todas estas cuestiones acumuladas provocan un cambio de paradigma.

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